jueves, 21 de abril de 2016

Mi madre y el whatsapp




La llegada del whatsapp a la vida de mi madre marca un antes y un después en nuestras relaciones. Sí, ahora ella puede irrumpir en mi vida en cualquier momento sin necesidad de esperar a la hora de la comida o al después de la cena para -contarte hija mi día-. 


Ahora en cualquier momento puedo saber donde está -estoy en la peluquería por si me llamáis y no os cojo y os preocupáis por mí- o -estoy en el médico, luego os digo lo que me dice-. 

A estos mensajes se suman los de evangelización digital -El mensaje de Cuaresma del Papa-; -La alegría de la Resurrección-, -Los cristianos en Irak-… enlaces que comparte rápidamente también con sus nietos. Tampoco faltan los mensajes políticos en esta España revuelta y de vez en cuando envía  una lista de chistes -para que al menos nos riamos un rato-.  También están esos wsp prácticos como -¿a qué hora piensas llegar?- o los más dulces  -ya te tengo la mermelada preparada-. 

Poco a poco la cosa va a más y empezamos con preguntas como -¿cómo me dijiste que se ponen los acentos?-¿asì?- ; -No, ¿es asï?-; -Tampoco, bueno ya atinarê-. 

El siguiente  paso fue cuando descubrió que podía crear un grupo con sus nietos. La cosa empezó bien pero se torció cuando inició el baile de -eliminar del grupo- / -añadir al grupo-. Y es que se empeñó en dar a todas las opciones posibles con la consiguiente risa de tanto joven. 

Siguiente lección: -cómo hacer una foto con el móvil y mandar por wsp-. Esta vez el empeño era enseñarme cómo había quedado el belén las pasadas navidades. De todas las instrucciones toma nota por escrito paso por paso. El caso es que, al poco tiempo tenía la foto del nacimiento aunque bocabajo. 

El problema llega cuando el wsp ya no es tema de conversación solo vía móvil sino que cada vez que llegas a su casa te tiene una lista de problemas imposibles de resolver. Que por qué sale la foto de Antoñita en el wsp de Alicia; que ese no es el teléfono de mi prima Carola pero me llegan sus mensajes; que Mari Carmen dice que me ha mandado las fotos de los niños pero yo no las veo; que aquí tengo un número y no sé de quién es… Una, como buena hija, empieza a tratar de poner orden en ese desaguisado y tras un buen tiempo de dedicación en exclusiva al wsp de mi madre, solo consigo un buen dolor de cuello y de cabeza. Y mientras, la madre diciendo -es que se me ha sublevado el wsp porque como comprenderás yo no estoy tan tonta como para confundir tanto número de teléfono-.

Claro que una se consuela cuando aparece mi hermana, la informática de la familia, y tras un buen tiempo con el móvil en la mano llega a la desesperación. -Pues nada hijas, termina diciendo la mater familiae, se lo preguntaré a vuestros hijos que seguro que saben cómo solucionarlo-. Cosa que hace en cuanto puede entre las risas de los jovenzuelos digitales. Más risa nos entró al resto cuando, tras un buen tiempo pasando de un contacto a otro de la larga lista de amigas de la abuela, terminan sentenciando –abuela desinstala el wsp e instálalo de nuevo o aún mejor cómprate un móvil nuevo-. Jajaja.

Siguiente pregunta  -¿Y cómo se hace eso de instalar y desinstalar?, ¿en herramientas?-.
La oportunidad de la abuela llegó al poco tiempo y parece que la estaba esperando. En plena ruta por Madrid el Google Maps decidió dejar de funcionar. Mientras los nietos digitales gritaban -¡¡¡Horror!!! ¿Ahora qué hacemos?-  la abuela cogió el destartalado callejero que aún habita en la guantera del coche. Al poco dice con una risita guasona –a la izquierda y en la plaza sigues recto y ya es una paralela a la derecha-. Ahora el –jajaja- era de la abuela. 

En fin, un gran invento esto del wsp pero echo de menos que mi madre me llame a la hora de la comida o después de la cena por teléfono y esas conversaciones sin tildes, vídeos y fotos.

Laura Figueiredo.

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