lunes, 24 de marzo de 2014

La cara humana del trabajo deshumanizado

No tengo muy claro ni cómo empezar ni cómo terminar este pequeño post pero sí sé lo que quiero decir. 

Hace unas semanas, en una tienda de una de las grandes cadenas de alimentación en Madrid, entre prisa y prisa me fijé en unos detalles que dicen mucho de la política de empleo de esta empresa. Tal vez fue casualidad pero a poco que me pusiera a preguntar o indagar seguro que comprobaría que no fue algo puntual y excepcional lo que vi y sobre todo percibí.

El gran supermercado, en este caso en formato mediana superficie, estaba como suele ser abarrotado de personas con carros para arriba y para abajo, con ojos solo puestos en estantes y listas de compra, con algún que otro “atropello” sin importancia que demostraban que en un Madrid no esperamos nunca encontrarnos con alguien conocido. Percibí desde el principio un ambiente que no me gustó.

El caso es que en un rato que estuve allí el ascensor se rompió y después, cuando una voluntariosa trabajadora lograba subirme el carro por no sé que otro ascensor, al pasar la compra por caja me fijé por casualidad que el codillo envasado que había cogido estaba caducado. Lo dije sin darle mayor importancia pero la cajera puso cara de “¡oh qué horror!, se les va a caer el pelo”. Llamó a la encargada que resultó ser la misma que tan amablemente me había subido el carro. “Vaya parece que hoy no tiene suerte”. Se lamentó y disculpó, momento que aproveché para decirle que no se preocupara y que se tranquilizara pues esta cara era una mezcla entre “no puedo más” y “me va a dar algo”. Comenzamos una breve conversación en la que me explicó que con qué moral iba ella a regañar y llamar la atención a la persona encargada de reponer o revisar en la sección de carnes si se trata de una chica jovencita que lleva unos cuantos días sin librar y el domingo por el tema de los turnos trabajó ella sola con una lista larga de cometidos. “Y decían que abrir los domingos iba a crear puestos de trabajo” apuntó. Además, creí entenderla que a esa persona en caso de llamarla la atención o poner un parte se le descontaría una cantidad significativa de dinero en su nómina o de la parte de plus.

Mientras terminaba de pagar llegó y me dio un paquete de galletas muy ricas. Además de desearme que las disfrutara con el café de la tarde me dijo “gracias por entenderlo”. 

Lo cierto y verdad es que lo que allí me pasó (ascensor y codillo caducado) no tiene mayor importancia, al menos para mí. Pero para los trabajadores sí pues tiene sus consecuencias laborales y de ahí el agradecimiento de esta encargada que lo que sí demostró es que es una buena persona además de eficiente pues buscó alternativa al ascensor roto y me ofreció después otro codillo sin caducar que la verdad ya no quise.

De vuelta por fin a casa, sin codillo pero con galletas, pensé que lo ocurrido corrobora lo que tanto se dice pero que pocas empresas creen y menos ponen en práctica. La empresa debe tener contento a los trabajadores, hacerles participes de la misma, motivarles… y así se logra una mayor implicación de los mismos. Todos de una manera u otra tenemos más de una experiencia. El sueldo bajo, las horas de más sin pagar ni agradecer, el exceso de trabajo… no dicen nada bueno de la empresa y eso de una manera u otra se refleja en la cara de los trabajadores y más cuando estos trabajan con el público. Si ellos supieran todo lo que las caras de sus empleados dicen las cosas cambiarían aunque sólo fuera por cuestión de marketing. 

Sólo después se puede exigir a los trabajadores y se les puede pedir esfuerzos en tiempos difíciles. 

Los rostros de los empresarios también cuentan, lo que pasa es que muchos de ellos no conocen los de sus empleados, ni sus contratos, ni condiciones y sólo tienen ojos para mirar las cuentas de resultados desde los elegantes consejos de administración en quien sabe qué ciudad o país. Otros por el contrario nos cuentan historias de auténticos empresarios. 

Una reflexión que seguro que tiene mucho de simplista pero que también tiene mucho de verdad. Fijaros en las caras de los trabajadores y me contáis. 

Laura Figueiredo

3 comentarios:

  1. Gran post Laura. Me ha gustado mucho cómo lo has relatado y la humanidad que siempre demuestras en tus escritos y en tus acciones.

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  2. Eso es el capitalismo puro y duro, donde los trabajadores son unos simples números (o máquinas) que rinden o no.

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  3. Los empresarios están pendientes de los beneficios y no quieren darse cuenta que los empleados son la cara humana de su negocio y con quien trata el publico. Deberían tenerlo mas en cuenta y así ganaríamos todos. Gracias por ser nuestra voz.

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